El cerebro humano es una red sofisticada de miles de millones de neuronas, y su bienestar depende, en gran medida, de cómo se lo cuida cada día. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cuatro adultos sufrirá un trastorno neurológico a lo largo de su vida, aunque hasta un 30% de los casos podría prevenirse con hábitos saludables y cambios en el estilo de vida. Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) destaca que la inactividad física, el estrés y una dieta poco equilibrada son hoy las principales causas prevenibles de deterioro cerebral en América Latina.
“Adquirir hábitos saludables desde edades tempranas es fundamental, ya que estos pueden marcar la diferencia en la calidad de vida a futuro. Prevenir siempre será más efectivo que tratar, sobre todo cuando se refiere al bienestar cerebral”, enfatiza la Dra. Ma. Mercedes Ganán, Directora de Innovación e Inteligencia Clínica de Ecuasanitas.
A continuación, la especialista explica los tres enemigos silenciosos y cómo pueden afectar el bienestar cerebral:
Estrés crónico: el desgaste que no se ve
El estrés, aunque es una respuesta natural del organismo, puede transformarse en un enemigo silencioso para el cerebro cuando se prolonga en el tiempo. La especialista explica que el estrés crónico altera la liberación de hormonas causando incremento del cortisol “hormona del estrés”, afectando la memoria, la concentración y el equilibrio emocional pero además altera el control normal de los niveles de glucosa en la sangre, niveles de la presión arterial y el patrón normal del sueño. Un estudio reciente publicado en European Psychiatry (2024) revela que los altos niveles de estrés sostenido están vinculados a una reducción significativa del volumen del hipocampo y la corteza prefrontal, áreas cerebrales responsables de la memoria y la regulación de emociones.
La evidencia científica también muestra que el estrés crónico puede afectar la calidad del sueño, aumentar la sensación de fatiga o cansancio y limitar la capacidad del cerebro para recuperarse frente a situaciones de alta demanda emocional. Por eso, se recomienda buscar apoyo social, compartir emociones y, en caso necesario, consultar a profesionales en bienestar mental.
Mala alimentación: lo que comes sí importa
La alimentación es clave para el bienestar cerebral,“las dietas ricas en azúcares, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados pueden desencadenar problemas de memoria, aprendizaje e incluso enfermedades neurodegenerativas” comenta la Dra. Ganán. Un meta-análisis de Molecular Nutrition & Food Research (2023) demostró que una dieta mediterránea o balanceada reduce el riesgo de deterioro cognitivo, mientras que el consumo frecuente de alimentos ultraprocesados eleva ese riesgo en un 28%.
Además, se ha observado que una nutrición deficiente reduce la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y crear nuevas conexiones. Una alimentación deficiente en la niñez se relaciona con déficit de atención y bajo rendimiento escolar. Por ello, se recomienda incluir en la dieta alimentos ricos en omega 3, antioxidantes y vitaminas del grupo B, que sumado a una hidratación adecuada han demostrado favorecer la memoria, la respuesta al estrés y la función cognitiva en todas las etapas de la vida.
Sedentarismo: el enemigo invisible de la mente
El cerebro también necesita movimiento, tanto físico como actividad mental. La inactividad física limita la generación de nuevas conexiones neuronales y, a largo plazo, incrementa el riesgo de deterioro cognitivo y demencia. Un estudio publicado en el Journal of Alzheimer’s Disease (2024) señala que la actividad física regular está vinculada a un mayor volumen del hipocampo, área cerebral primordial para la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional.
Sin embargo, el sedentarismo cerebral implica también la falta de desafíos intelectuales. “Diversos estudios respaldan que actividades como leer, aprender algo nuevo o resolver juegos mentales pueden retrasar el envejecimiento cerebral. Se recomienda alternar ejercicio físico moderado con pequeños retos mentales diarios, y mantener una vida social activa para potenciar el bienestar integral del cerebro” agregó Ganán.
Desde Ecuasanitas, hacemos un llamado a la comunidad a tomar conciencia sobre la importancia de proteger el cerebro a lo largo de toda la vida. Llegar a la adultez mayor con el cerebro sano y funcional es posible si se adoptan rutinas de autocuidado, una alimentación equilibrada, adecuada gestión y respuesta al estrés y actividad física y mental desde hoy. Pequeñas acciones diarias pueden marcar la diferencia para vivir una vida plena, mantener la autonomía y disfrutar de un bienestar duradero.